: Retroroc: Noches toledanas (I)

Noches toledanas (I)

       Un hombre menudo y entrado en años, con una poblada barba blanca y de aspecto rudo pero  apacible, apareció por la puerta del refugio cuando el guarda estaba sentado en una mesa del comedor, junto a la estufa, terminando su bocadillo de anchoas en lata.
        Hola, dijo el hombre con cara de cierta preocupación, perdone, pero es que mi amigo está por ahí enriscado desde hace rato y yo no sé que hacer. ¿De dónde viene usted?, preguntó el guarda. Yo estaba buscando caracoles por la carretera, pero mi compañero se ha ido esta mañana por los riscos y son más de las 10 y todavía no ha vuelto. El guarda apuró el último trago de cerveza y se dirigió con aquel hombre de aspecto venerable hacia las peñas.


       Tras una breve caminata llegaron a un punto en el que se divisaban un poco mejor las rocas. Era una noche fría y estrellada, y los relieves quedaban ocultos por las sombras. ¡Eoohhh...! ...¡eeeooooohhhh...! gritaban al unísono los dos hombres esperando alguna respuesta de entre las sombras más próximas. Y es que el hombre de la barba blanca no tenía la menor idea por donde podía andar su amigo, pero el guarda, que era un buen conocedor de la zona, imaginaba que el compañero de alguien que ha salido a buscar caracoles no podía andar muy lejos.  Esperaba encontrar algún excursionista a pocos metros del suelo, encaramado en un peñasco y temeroso de bajar al suelo. ¡Eeeehhhhh...!,...¡estoy aquííí...! Aquella voz sonaba bastante lejos. El guarda, sorprendido, apuntó  con su linterna hacia lo alto. No veía nada. ¡Ieeeehhhh....!, ...¡aquííí...!, ¡estoy aquíííiíí...!, se volvió a oir. Su linterna no alcanzaba a iluminar hasta la distancia en que se encontraba aquella forma humana que se intuía en la oscuridad. Intercambiando unos gritos con el enriscado al fin pudo determinar su situación con exactitud.  Con voz de gravedad calmada el guarda se dirigió al hombre de la barba blanca: Su amigo tiene un serio problema, está a 150 metros del suelo colgando en el aire de las cuerdas...no toca la pared y así no podrá aguantar toda la noche...hay que llamar a los grupos de rescate que lo van a tener jodido para sacarle de allí a estas horas. Qué se le va a hacer...dijo el hombre sin comprender muy bien la situación, ¿bajamos a tomar un café mientras vienen?. ¡¿Café?!, exclamó el guarda, tanto grito y aquellas anchoas le habían dejado la boca con la sensación de haber lamido el tapete de la baraja, eehhh...sí, sí, vamos para abajo, dijo pensando en el momento de amorrarse al grifo del barril de cerveza. Como en aquellos tiempos no había móviles volvieron al refugio para llamar por teléfono. Por el camino el hombre de la barba blanca se detuvo varias veces, aquellos caracoles tan a mano no era cosa de hacerles un feo. De nuevo en el refugio, mientras el hombre tomaba su café, el guarda -con la garganta ya aliviada- avisó al grupo de rescate, cogió una chaqueta más gruesa y cambió la pila de su linterna.

       Cuando regresaron a la base de la pared y el enriscado supo que se había llamado al grupo de rescate, llevaba colgando del arnés más de dos horas. Sus pies estaban a unos 10 metros de la pared y colgaba de las cuerdas a 30 metros de una reunión. Se puso muy contento mientras intercambiaba a gritos la información con el guarda; esperaba oir pronto el gratificante ruido del helicóptero cuando el guarda le sacó de dudas: Vienen en coche, el helicóptero no puede volar por la noche, ¿Eeehh?, ¡qué dices!, ¡no puede ser!...¿a cuántos kilómetros están?, A setenta, en una hora más o menos estarán aquí.

        La complicada situación en que se encontraba el enriscado -que escalaba en solitario- se produjo cuando éste decidió, a la altura de la R5, atravesar en horizontal diez metros hacia la reunión de la vía de al lado. Se le echaba la noche encima y pensó que por allí escalaría los 80 metros que restaban hasta la cima con mayor facilidad y rapidez. El sistema que utilizó para atravesar fue un rápel horizontal autoasegurado con un shunt, pero al llegar el momento de anclarse a la reunión de la vía de al lado ocurrió el percance: "que es que estoy tomando una medicación que no me va muy bien..." -explicaría el enriscado al guarda cuando pudieron comunicarse en la distacia corta- "...y cuando iba a engancharme a la reunión me ha dao un mareo y me he ido p'abajo agarrao al shunt".

        Quienes conozcan este mecanismo para bloquear cuerdas en doble, ya saben que para que actúe bien es necesario que la palanca donde se engancha el mosquetón no tenga ningún obstáculo (la mano, el pecho...)  pues de lo contrario la cuerda corre por el aparato sin frenar y con muy poca fricción. Esto le sucedió a nuestro amigo, y así se deslizó 20 metros por la cuerda hasta que soltó las manos del aparato (del shunt, para buen entendimiento de los más perspicaces) y entonces la bajada se detuvo bruscamente. Los entendidos se preguntarán porqué no pudo remontar las cuerdas hasta la reunión, si no estaba malherido -aunque como luego veremos le dolía un poco la pierna-  y consciente como estaba, pues es de suponer que alguien que acomete en solitario una vía tan desplomada debería ser capaz de hacerlo sin problemas. El caso es que nuestro amigo utilizaba una técnica que consistía en escalar los largos -nunca se supo con qué sistema de aseguramiento- y luego rapelarlos para volver a escalarlos de segundo, asegurado con el shunt y recuperando el material. Aclarado esto, resultará evidente que la técnica de jumarear, o de remontar cuerdas con cualquier medio mecánico, no era su fuerte...o quizás le gustara escalar las vías dos veces, que para todo hay gustos.

        Retomando el relato, diremos que cuando el grupo de rescate apareció con unos todo terrenos el enriscado gritaba de júbilo, a la par que recordaba de vez en cuando lo que le dolía la pierna y la mucha sed que tenía. El guarda, como buen conocedor de las rutas, se ofreció a encabezar la cordada de rescate que ascendería por la vía paralela a la que escalaba el enriscado. Le costó muy poco tomar la decisión, ya se sabe, unas cervezas de más siempre le pueden dejar a uno más deshinibido de lo normal. El rescatador que iba a subir con él extendió por el suelo una montaña de material: mosquetones, cintas, pitones, empotradores, cordinos, poleas, descensores, bloqueadores de todo tipo... ¿Qué llevamos?, preguntó, Menos los pitones cógelo todo, dijo el guarda pensando que él sólo subiría con las cintas, ...el cacolet... cógelo también, que si hay que echarse al enriscado en las costillas... ya sabes, más vale que sobre, que no que falte.

      Mientras se metía la camiseta por dentro de los calzoncillos para ajustarse el arnés sin que le quedara ni un resquicio de riñón a la intemperie, el guarda soltó un eructo descomunal. ¡Malditas anchoas!, tengo una sed del carajo, dijo en voz alta para excusarse -con poco éxito, todo hay que decirlo- ante los allí presentes. Al momento, algo abochornado, pensó que un poco menos de deshinibición tampoco le hubiera ido mal en aquella situación, que no siempre y en todo es mejor que sobre, que no que falte.

                                                                                                                          [sigue en Noches toledanas (II)]

4 comentarios:

  1. NO SE SI ES REAL O FICTICIO DADA TU IMAGINACION ULTIMAMENTE ..JEJEJE PERO ES COMICO DE COJONES, UNA CORDADA ALGO DISPAR, UNO ESCALA EN SOLITARIO Y EL OTRO A CARACOLES JEJEJE ME PARTO. UN SALUDO

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  2. Ostras Set, me has hecho hasta dejar el vaso de vino en la mesa de la risa que me ha entrado, jejjjjj!!!!, que bueno....deshinibido eh.....

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  3. Me lo pongo en Facebook !!!! Mu bueno

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