Cuando sonó la
bocina del teléfono el hombre de la cabeza brillante estaba acabando de
repasar las callosidades de sus dedos con una afilada navaja. Era una mala
costumbre que tenía desde hacía años; durante la pausa del almuerzo se cortaba
finas capas de epidermis, en lugar de limarlas, pensando que así se dejaba las
manos más que finas, pero la realidad era que cada vez que salía a escalar
se le agrietaban de tal manera que, por poco que apretara, tenía que
subir siempre con 8 ó 9 dedos forrados de esparadrapo. Los cortes que se le
hacían en los callos eran tremendos, y cuando le cicatrizaban en bordes
durísimos los volvía a repasar con la navaja mientras pensaba, Esta vez sí que
me han quedado bien.
Hemos dicho que sonó la bocina del teléfono, y aunque parezca una especie de latino americanismo, si es que está bien decirlo así, sonó ciertamente una bocina que estaba situada en lo alto de la nave, justo encima del puente-grúa; era el aviso de que llamaban por teléfono.
Hemos dicho que sonó la bocina del teléfono, y aunque parezca una especie de latino americanismo, si es que está bien decirlo así, sonó ciertamente una bocina que estaba situada en lo alto de la nave, justo encima del puente-grúa; era el aviso de que llamaban por teléfono.
La llamada era para él. A su jefe, un hombre de anacrónico
bigotillo ancho y corto, con una inmensa calva cercada por las sienes y la nuca
de una espesa corona de pelo seborreico, que brillaba aún más si cabe que la
cabeza del hombre de la cabeza brillante, no le hacía ninguna gracia que
llamaran a sus empleados al trabajo. El jefe entró en la sala de
descanso y dijo con voz desganada, Eh!, tú, te llaman al teléfono. El hombre
de la cabeza brillante saltó de la silla como un gamo y se dirigió a la
oficina para coger el teléfono, hacía ya unos años que no tenía ni whatsapp,
ni sms, ni leches. Por no tener, en realidad no tenía ni móvil, y por
eso le tenían que llamar siempre al teléfono del trabajo. El que llamaba era un
buen amigo suyo, más o menos de su edad, y que con el paso de los años tampoco
había perdido la afición por escalar. Llamaba para decirle que hoy, a la salida
del trabajo, no podría ir al monte, Tengo que producir más por menos, le dijo
con cierta sorna, no podré ir hoy a dar un pegue, además ya no tengo dinero
para pagar las tasas. Bueno, dijo el hombre de la cabeza brillante, ya
me pillará el celador de vía. Y es que con la nueva Ley de Ordenación
de Espacios Verticales (LOEVE) que se había implantado unos años atrás, las
cosas habían cambiado mucho. Ahora, para ir a escalar, había que pagar una tasa
estipulada por el Gobierno, que se incrementaba anualmente en el porcentaje que
marcaba el IPC, o sea, inversamente proporcional a los salarios, que bajaban
anualmente en el mismo porcentaje que dictara el mencionado IPC.
El hombre de la cabeza brillante llevaba gastadas unas
72.000 neo-pesetas (nptas) en tasas. Para hacernos una idea de si esto es mucho
o poco, se debe tener en cuenta que éste era el gasto en una sola vía; venía a
costar de 3000 a 6000 nptas/pegue, según el tipo de vía, dificultad, longitud,
número de seguros, facilidad de acceso...todo estaba regulado. También
hay que decir que su sueldo era de unas 850.000 nptas, y que la RISA (Remuneración
Ideal Salarial) -lo que antiguamente se conocía como SMI- implantada
por el Gobierno, era de 415.000. Para comprender mejor esto de las economías
diremos que, por ejemplo, una barra de pan venía a costar unas 1000 nptas, y
llenar un depósito de gasolina, del orden de las 80 ó 90.000. Por eso hacía ya
unos años que el hombre de la cabeza brillante tampoco tenía
coche. Solía ir a escalar en tranvía, y es que el Gobierno había invertido en
los últimos años mucho dinero en la red de tranvías, que aunque los economistas
más ilustres decían que resultaba deficitario, al hombre de la cabeza
brillante le coincidía que tenía una parada justo en la puerta de la nave,
y que le dejaba muy cerca de una zona de escalada que frecuentaba, a unos 40
kilómetros de la ciudad. El tranvía no era barato, pero la afición lo
puede todo.
Cuando llegó al sector se encontró de frente con el celador de vía, que
era un tipo bastante mezquino con un aspecto que delataba toda su indignidad,
si es que ésta puede manifestarse así, a través del rostro y la figura. Esta
tarde me vas a tener que pillar, le dijo el hombre de la cabeza brillante,
mi amigo no vendrá. Quieres que te pille, eh?, pues ya sabes, son 5000 de la
tasa y otras 5000 para mí... y no ensayes mucho rato que ya sabes que te bajo
cagando leches. Ya lo sé, ya, no te preocupes, toma las 10.000, hoy no voy a
calentar.
Con la LOEVE ya no quedaban casi paredes sin privatizar. Diez o doce años
atrás, antes de que las antiguas Comunidades Autónomas hubieran expropiado
todas las paredes que se encontraban en fincas particulares y se hubieran apropiado
de todas las demás, el hombre de la cabeza brillante tenía muchos
secretivos recónditos para escalar libremente. Ahora, el Gobierno Unánime,
que era así como le gustaba definirse, las había recalificado todas como IVUV
(Instalaciones Verticales de Uso Vigilado) y las había vendido a los grandes lobbies
empresariales, que habían visto en los packs de multiaventura una
expansión que les resultaba muy vistosa y animada. Con esta tesitura era casi
imposible escalar sin los malditos celadores de vía merodeando por las paredes,
de 6 de la mañana a 10 de la noche, en dos turnos de 8 horas de trabajo cada
uno.
[Sigue en 2034 (II)]
[Sigue en 2034 (II)]
Dios como te va esa cabeza !!! Del Aleman que pierde las cosas, tú no te mueres !!! Saludos Set. Gracias por las risas.
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ResponderEliminaracojonante!! da hasta miedo y todo..
Muy bueno... a ver como termina.
ResponderEliminarSaludos.
Juer, ¡qué depre!, ¿no? La verdad es que te puedes esperar cualquier cosa, viendo cómo está el percal. No obstante, espero que no seas un visionario.
ResponderEliminarSaludos.
50 años más tarde, qué guapo.
ResponderEliminarBuenísimo lo de la RISA !!
glups, me suda la calva
ResponderEliminarGenial, enhorabuena por el blog.
ResponderEliminarUn mundo feliz A. Huxley pero de la escalada.
ResponderEliminarGracias por el excelente relato relato. Tienes dotes para la narrativa.
Un saludo.
Me veo de celador...
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