Siempre se ha dicho que el alpinismo y la escalada, entendidos como
deporte, se caracterizan por no atender a unas reglas prefijadas. Cada
cual se autoimpone sus normas, se supone que bajo la premisa de alterar
el medio lo menos posible y de no molestar al prójimo. Si exceptuamos
las competiciones organizadas, que las hay de casi todo, parece claro
que cada uno puede realizar estas actividades según le venga en gana.
Esto supone un aliciente extra que puede motivar a las personas. Además,
incluso en los tiempos que corren, todavía es posible practicar un
montañismo "romántico" en cualquiera de sus facetas, alejado de
convencionalismos y haciendo realidad la muy trillada frase "... no es sólo un deporte, sino una forma de vivir". (Aunque
la cruda realidad para la mayoría de los mortales es distinta de este
idílico planteamiento; más bien se podría decir que "la escalada no es una forma de vida, sino un deporte que altera tu manera de vivir"...pero bueno, esto es un tema que se puede tratar en otra ocasión).